PASADO DE ROSCA. «La verdad sobre el caso Harry Quebert»

Por Carles Montaña
JOËL DICKER (2012). La Verité sur l’Affaire Harry Quebert (1ª ed.). Paris: Éditions de Fallois/L’Âge d’Homme. 670 p.

El hallazgo del cadáver de la adolescente Nolla Kellergan casi veinticinco años después de su desaparición en el jardín del gran escritor americano Harry Quebert supone el arranque brillante y lleno de buenos augurios de la segunda novela del abogado suizo Joël Dicker. Desde las primeras páginas el lector exigente tiene en sus manos un libro de grandes pretensiones, pero que jamás llegará a colmar las expectativas. Se trata de un gran éxito comercial. Sin embargo, este premio Goncourt 2012 de los estudiantes de instituto franceses y Gran Premio de novela de la Academie Française se queda corto. Falla en la construcción psicológica de los personajes y en su estructura narrativa. Se encuentra a medio camino entre una novela negra mediocre y un best-seller. Engancha en algunas ocasiones, pero en sus casi setecientas páginas las frases brillantes escasean. Dicker ni mima las palabras, ni las cincela, ni se preocupa por ellas.

Hay más sangre, más mierda, más pólvora, más tristeza, más desengaño, más amargura, más resaca, más rencor, más trama, en definitiva, más literatura en una página del maestro Higgins que en toda la novela de Dicker. Debe tener una explicación para que funcione como producto de entretenimiento. Quizás el problema radica en que Dicker es un jurista nacido en 1985 y un joven escritor. La obra presenta dos inconvenientes como novela de género. Por un lado, el lector no llega a identificarse con el protagonista, un joven escritor perfeccionista tocado por el éxito que hace de investigador y narrador.  Marcus Goldman –el apellido tiene cierta retranca- resulta un pedante perfeccionista que ni bebe, ni fuma, ni va con mujeres de verdad y está obsesionado por el boxeo, el deporte, madrugar, escribir, ganar su segundo millón de dólares y cuyo mayor problema es tener una madre con perjuicios hacia los homosexuales.

Si Dicker se preocupara más del personaje principal, su mezcla de flaquezas lo convertiría en un arquetipo creíble y conseguiría mayor empatía con sus lectores. El Formidable Marcus Goldman se convierte en una patética parodia sin gracia del propi Dicker. Además, el autor está tan concentrado en explicarle al lector cómo se debe escribir la gran novela del siglo XXI que el tono resulta de lo más pedante y odioso. El segundo inconveniente se da en la trama principal y las subsidiarias. Esa búsqueda estéril de Dicker de la trama perfecta no lleva a nada. Sólo consigue que con cada nueva sorpresa la narración pierda vigor, fuerza e interés. Da unos tumbos inconcebibles, como de redacción de primaria. Banaliza de tal forma con los golpes de efecto sobre la investigación de la muerte de Nolla Kellergan que se pasa de rosca. Si quieren entretenerse lean a Dicker, si quieren literatura beban de los clásicos del género.

 

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